Dios en la tierra...

Relatos de un Amigo

(Dios con Nosotros)

historias reales... obviamente decoradas, pero reales al fin

El que escribe pertenece a la generación del 58, y aprendió a usar la PC en un curso de esos que duran tres meses, y de los cuales se sale sin saber mucho pero habiendo aprendido a aprender sobre el uso de estas máquinas, que solo Dios sabe si van a ser una utilidad al servicio del hombre o un amo absolutista sobre su conciencia. Sin embargo estas líneas que, valga la redundancia, también solo Dios sabe porque, se empiezan a escribir hoy, se están escribiendo en una vieja máquina manual/mecánica. Me la ha dado una persona que conocí hace poco en el restaurante de la esquina, el que está a media cuadra de la estación del tren, ese que debo tomar cada día para llegar al trabajo.

Pedro, dice llamarse el hombre, y es muy amable aunque parece un poco extravagante, como excéntrico. Ya le voy a contar porque digo esto. Estoy estrenando esa máquina que me ha dado Don Pedro, él dijo que la máquina no anda más, que ha envejecido y ya acabó su función, pero que una señal extraña le hizo saber que debía regalarla antes que tirarla.

Me he puesto a probarla, y fue un descubrir lo viejo, su nobleza; la cosa es de la cabeza al papel, no hay problemas de falta de memoria, como pasa con la PC, no hay que enchufar cables, ni buscar el ratón en la pantalla, no se cuelga, y a pesar de lo dicho por Don Pedro sobre su funcionalidad, me parece que anda fenómeno y tiene cuerda para un buen rato más. Lo que sí, mejor no equivocarse, porque sino hay que empezar de nuevo desde arriba. Pero, si tenemos un poco de tolerancia, vamos a perdonar algún que otro error, total lo que cuenta es que se entienda lo que está escrito.

Don Pedro decía, mientras me entregaba su vieja máquina de escribir:

“Underwood, se llama, con esto se escribía antes, en esos tiempos en que no habían llegado aun a los hogares las PC. No le estoy hablando de un pasado remoto, no, solo son veinte o veinticinco años atrás, más o menos. Eran esos los tiempos del arca de Noé. ¡No, no es un chiste, también eran los tiempos de la creación, era el tiempo en que Dios vivía entre nosotros,... claro que sí, como siempre, que novedad!”

¿Qué me estará diciendo este hombre? ¿Pensé, mientras tanteaba la máquina y me preguntaba qué podría ser lo que ella tenía, que había tanta magia en pulsar esas duras teclas? ¿Era más fácil con la computadora, porqué usar este vetusto aparato? “¡Que se yo!” me dije. “Esto va a ser difícil... ¿Pero a quien le importa si algo es fácil o difícil?”

Mientras pensaba en estas cosas Don Pedro seguía diciendo:

Que, no sabía que Dios vivía entre nosotros? Bueno, ahora a veces hasta yo podría cuestionármelo, pero en esos tiempos su presencia era tan común como la de cualquier persona que usted saluda por las calles, cosa de casi todos los días. Era un tipo genial, le gustaba pintar, si, aunque usted no lo crea, le gustaba pintar cuadros, y también era buen albañil, trabajaba rápido y eficientemente. Aunque creo que lo que más le gustaba era jugar, si, jugaba con los chicos como si fuera uno de ellos, y hay que decir también que del mismo modo jugaba con nosotros, la gente. Si, jugaba a disimular su divinidad, no quería que nos diéramos cuenta de quien era. No tanto por ser humilde, no, creo que lo hacía para que las personas fueran tan normales con él como con cualquiera, a nadie le gusta que por estar en un sitio de privilegio ya no pueda ver de la gente más que lo que aparenta, y no es cosa buena andar viendo la intimidad de las personas, el no hace tal cosa, y que puede haber más íntimo que el pensar y el sentir?. Debe ser feo que todos alrededor estén fingiendo algo que no son, esperando algún trato especial, o algún beneficio. Después de todo no me parece tan ilógico que el no se dejara conocer.

Le voy a contar un secreto, y no espero que no se lo cuente a nadie amigo, porque el secreto que se cuenta, aun en confidencia, ya dejó de ser un secreto. Chocolate por la noticia! El era hijo de Italianos, y claro, era necesario que así fuese, siendo argentino, como no iba a tener sangre Italiana; si hasta yo, que algunos me dicen el Ingles, y otros gringo, tengo sangre Italiana. Además era vegetariano, si, y en eso no se parecía mucho a nosotros, los argentinos, pero tenía sobrada justificación, cómo se iba comer a los seres que con tanto amor y esmero había creado? sabía bien que los había dotado de sentidos, un buen sistema nervioso, e incluso una limpia conciencia, el pretendía vivir dañando los menos posible a la creación. Tomaba mate, y le ponía unos yuyos que, según decía, eran para la longevidad. Se imagina, el eterno, el alfa y el omega, tomando yuyos para la longevidad? El se reía de todo, le encantaba reír, su risa era alegre y contagiosa, y sumamente respetuosa, incapaz de herir. Ahí estaba yo, parado, viéndolo reír, y me preguntaba, - y este, de que se ríe?, y entonces el inventaba algún argumento que pretendía ser gracioso, como para justificar ante mi torpeza sus hilarantes carcajadas. La risa y la gracia le sobraban por todos lados, le salían por los poros, más vale que no necesitaba una razón para reír.

A esta altura del partido, Don Pedro parecía estar completamente loco, y recibir su regalo sería un aprovecharse de la insanidad del prójimo, sin embargo algo me decía que dentro de toda esa locura había una coherencia, y seguí escuchándole, así pasaron varias horas en las cuales poco a poco fui capturado por el relato y, lleno de fascinación, acabé llevando a casa esa vieja máquina de escribir con la cual comencé a escribir este relato de los dichos de Don Pedro, que curioso!

Lo que sigue es, más o menos, lo que puedo recordar de entre las cosas que ha contado en ese encuentro y en otros posteriores...

Se dice por ahí que Dios es sabio, y seguramente que si, pero fíjese que aún en los colegios el alumno no puede comprender al profesor más allá del alcance de su propia vista. Así que de poco servía que el fuera muy sabio, porque su sabiduría estaba limitada por nuestra necedad. Y por eso no quedó ninguna constancia ni de que el anduvo por aquí, ni de que fue sabio, ni de nada.

Como le contaba, el pinta; en uno de sus cuadros, ha pintado al mundo como una gran bolsa de aconteceres humanos, hay de todo, lo que se pueda imaginar, piense en cualquier cosa que quiera de este mundo, y allí esta eso, nada quedaba afuera, solo una cosa aparte había en ese cuadro, un hueco, como hecho por la punta de una lanza (conoce el dicho?) y por ese hueco se pasa desnudo, no se lleva nada, del otro lado hay un ángel que asiste al que está pasando y un poco más allá está el arca de Noé, si, la misma de la Biblia, puede usted creer? Allí está el viejo Noé, todavía trabajando, uno hubiera creído que a esta altura del partido ya lo habrían jubilado. Parece que del otro lado la gente no piensa en descansar, quién sabe, quizás están tan contentos con lo que les toca en suerte que ni se les ocurre desear otra cosa, quizás ni piensen en un descanso. Parece que desde entonces, y podría ser aun desde antes, se realiza el rescate de almas en la tierra, y también parece que no solo almas rescata, sino también un montón de cosas de las que hacemos aquí, si, según dijo, aquí hay cosas muy rescatables. Pienso que eso era lo menos de esperar, nunca nada es completamente malo.

Sabe que le gustaba? Los tangos de Discépolo, y también “Muchacha ojos de papel” de Spinetta. Una de las cosas que más le gustaba era ver al hombre, al padre de familia, y a su mujer, juntos, llevando adelante sus cosas con amor, viendo crecer a sus chicos, compartiendo la mesa de cada día con generosidad.

Le gustaba andar por todos lados, era muy paseandero y curioso, caminaba mucho, a veces iba en colectivo, se detenía a observar todo, sobre todo a las personas, y no vacilaba en hacer amistad con algún pordiosero solitario de vez en cuando. Como el tenía trabajo y gastaba poco, siempre le sobraba un poco que compartía con esas personas (el decía que eran víctimas por debilidad), no es que ganara mucho, claro, tenía un puesto de mantenimiento en una obra social, o sea que le tocaba hacer de todo, desde cambiar la lamparita, arreglar un techo, o limpiar los pasillos y el gran salón de actos; hubo quien escupía sobre el piso con la intención de molestarlo, así contaba una vez, pero decía que esto le venía bien porque así aprendía a ser más paciente y tolerante. El tema es que sus magros ingresos le sobraban para vivir bien y que aún le sobre. Claro que el no tenía hijos ni familia que mantener, pero no deja de ser una suerte para nosotros que así haya sido, porque sino seguro que iba a estar tan ocupado en el trabajo que se hubiera corrido un serio riesgo de olvidarse de quien era. Imagínese, si Dios olvida su identidad, que sería de nosotros?

No se cuando habrá sido el día que decidió que hacía falta una nueva versión de la verdad, quizás hubo una señal, de esas que el no acostumbraba a pasar por alto (sino más bien respetuosamente considerar e interpretar), algo que no le deje al hombre la justificación para no entender, el necesitaba recrear la versión escrita de la verdad de un modo nuevo, simple y a la vez coherente, apto para esta época, dijo que algún día íbamos a ver su nueva obra, pero claro, el se toma su tiempo para hacer las cosas, y si a nosotros nos hablaba, a veces me parece que nos hablaba como a representantes de la especie más que como individuos particulares, por lo cual ese ‘algún día’ bien podría significar dentro de quinientos años, y a uno que lo corre la temporalidad, lo pierde la impaciencia.

Era un tipo ingenioso así que fabricó un sistema para escribir rollos (como los de antes, vio?), dijo que recordaba que alguna vez había prometido escribir nuevos rollos y quería cumplir su palabra al pie de la letra, aunque fuera en forma simbólica, la verdad es que el sistema parecía un poco incomodo, había que escribir parado, y andar girando a mano los palos de madera que sostenía y enrollaban el papel, la cuestión es que finalmente optó por comprar unos buenos paquetes de hojas de carpeta, de esos que usábamos en el colegio; gastaba el montón de hojas en poco tiempo y después tiraba todo y empezaba de nuevo, no parecía conforme, decía que la faz humana que lo conformaba producía interferencias entre la verdad y el producto escrito, “como siempre ha ocurrido!” exclamó, “esto no puede ser escrito y sin embargo igual hay que escribirlo!”. Se me ocurrió preguntarle porque decía así, y me contó que antes le dictaba a unas personas que podía escucharlo, y que mas o menos entendía quien era él, parece que entonces la cosa era más simple, bastaba con la Fe, no había ciencia ni conocimiento que hubiera que satisfacer, no hacían falta las explicaciones, o no tantas al menos, pero por lo general sucedía que aquellos profetas (así se les llamaba entonces) padecían un poco del mal de la interpretación, cosa inevitable en un cuerpo humano, y de ahí que no se entendiera bien lo que se había querido decir. De este modo se inició la escritura de los nuevos rollos, que si Dios quiere algún día verán la luz, pero ciertamente todavía no, ya que el mismo anticipó que no tenía intenciones de publicar por el momento ya que en este tiempo las librerías están infectadas de literatura sobre la verdad y que entre tantas cosas sus escritos caerían en saco roto.

De todas maneras, la cosa que vale, más allá de toda explicación, sigue siendo la Fe, ¿qué le da al hombre la Fe?, y de última, ¿qué significa la Fe?, ¿Sabe usted? ... No se trata de creer un montón de cosas, me gustaría saber qué entendían por Fe en antaño, me pregunto si la palabra es apropiada.

Siempre le picaba el bicho de exponer sus cosas, probablemente por un noble sentimiento de compartir, y es lógico que así haya sido ya que él era sensible y notaba como las personas estaban sufriendo a causa de la falta de vida verdadera, a causa de estar inmersos en submundos de ilusión personal y perderse de apreciar la verdadera y sencilla realidad, que es fuente inagotable de sentido en la vida, ni hablar de felicidad, la realidad era rica por si misma, tenía su propio sentido, inexplicable, sentido en si misma, no dependía de otras cosas. A veces una planta o un simple animal le servía de perfecto ejemplo para explicar lo que significaba según él la santidad, la realización de un ser de la creación, y en ese espíritu de compartir fue que un día se prometió a si mismo pasar por una iglesia, se había dicho a si mismo que había que hablar, que ya no podía seguir ocultándose, que los sacerdotes, los religiosos, debían ser los primeros en escuchar lo que el tenía para decir; pero en el fondo de su corazón dudaba del éxito de tal empresa, pero como ya le dije, era hombre de palabra, salió hacia la catedral del pueblo, que es sede de un obispado, por lo cual no era poca cosa. Había allí una autoridad para escucharlo. Entró a la catedral, anduvo por los pasillos apreciando con ojos agradecidos la belleza del arte volcado en ese lugar en aras de la elevación del espíritu humano, ¡cuánta dedicación!, ¡cuánta inspiración!, no había sido en balde. Se había hecho un bello trabajo. La cosa es que no había nadie por allí ese día. Se arrimó hasta la sacristía y tras golpear la puerta lo atendió un sacristán, un seminarista, una de estas personas que estudian y se preparan para ser sacerdotes, se notaba en su cara el resplandor de la Fe joven, del entusiasmo por el camino recién tomado, se preguntaba si lo sacerdotes experimentados conservarían aún tal fuerza interior, se preguntaba esto con cierta tristeza y preguntándose también el porqué y conociendo las respuestas; volviendo a la situación, tras estos intemporales pensamientos le preguntó al sacristán si podía hablar con el párroco o con algún miembro autorizado de la iglesia; ya no podía volverse atrás, había llegado el momento de hablar, había que hablar, pero hete aquí que el seminarista le dijo que en aquel mismo día eso iba a ser imposible ya que todos los sacerdotes, incluyendo al mismo obispo, estaban en una reunión especial, un retiro o algo así, en otra dirección. “Por hoy zafamos” pensó aliviado para sus adentros, y esa tarea quedó postergada para más adelante dada la correcta interpretación de la señal de la ausencia de oídos.

Dios era amigo de visitar toda clase de iglesias y de interiorizarse con toda clase de creencias, no podría decir exactamente que era lo que buscaba, pero si puedo decir que a cada lugar donde iba era invitado a adherirse y pertenecer a la agrupación, secta, o lo que fuere, a bautizarse, o lo que fuera necesario para convertirse en adepto. El decía que no podía hacerlo, claro, no podía preferir una línea por sobre otra, según el mismo contó, todas ellas manaban de él. Ahora bien, si lo vemos desde nuestro punto de vista, o sea el humano, a quién no le gustaría contar entre sus filas al altísimo? Quién mejor que el para certificar la autenticidad de la Fe? Por el modo que tenía de referirse a estos amigos que iba haciendo por el camino, podría decirse que los quería a todos sin ninguna clase de preferencia, aunque se quejaba en general del exagerado fanatismo que demostraban. Me parece que le hubiese gustado que los hombres de buena voluntad se hermanaran en torno a las semejanzas en lugar de separarse por las diferencias.

Una vez dijo “¿Cuántos dioses querés que haya?, no puede haber mas que uno. Cualquiera puede entender eso, ¿no?, ¿a vos que te parece?” Siempre estaba interesado en conocer nuestro parecer, creo que eso lo hacía tan inquisitivo, lo hacía andar por todos lados, siempre buscando el alma de las personas, sacando de ellas lo mejor que podía encontrarse. Parecía su interés el verificar qué tan cerca de hallar la verdad nos encontrábamos, como quién dice: “a ver si este está listo para entender”.

El vivía admirado de la creación, todo era un milagro ante sus ojos, y hablaba del altísimo como se podría hablar de un gran artista. Sugirió más de una vez y con una vehemencia que me superaba porque yo no podía entender, que “el de arriba”, como le gustaba referirse al creador, nos invitaba a participar del acto de la creación.

¿Hay tal cosa como ser nada?, al principio el concepto parece algo ridículo, la palabra nada, nada significa, está fuera de nuestra compresión. Qué pasaría si poco a poco todo lo que uno conoce como si mismo empieza a desaparecer, parte por parte, se va de aquí, deja de existir, se van el cuerpo y las sensaciones, se van los sentimientos y los recuerdos, nada de lo que había existe ya en la mente, se va el pensar, y poco a poco el propio si mismo empieza a disolverse en la nada. Qué pasaría entonces? A primera vista y después de asumir que la propuesta no es ridícula, parece un asunto aterrador, y lo digo por esto: -¿qué queda?- . Bueno, en estas cosas andaba, y le cuento que andaba así, aterrado, porque yo creía entender algo, pero eso también se había esfumado, y todo esto tenía mucho que ver con el hecho de haber andado charlando tanto con Dios, así que a él le reclamé: “¿Qué me pasa?, ¿me estoy volviendo loco?”-; estaba completamente aterrado, jamás había sospechado que la cosa fuera tan en serio, nunca pensé que aquello de ‘producirse un vacío en el pecho’, o en el ‘interior’, ¡o qué se yo donde!, fuera tan literal. Que la percepción del universo material era menos real que la presencia divina, aun cuando no pudiese verla, no era un asunto que hubiese yo considerado seriamente. Primero se preocupó un poco al verme así, pero enseguida vio lo que estaba pasando y esbozó una leve pero amable sonrisa, no sin algo de picardía, - “no tengas miedo de esto”- dijo, - “más vale tenéle miedo a lo de antes, porque a eso hay que temerle, a vos te están tirando la soga, agarrate fuerte y deja que te lleven.” - ante su insistencia en que debía confiar en Dios pregunté - “Pero quién es Dios?” - “Vos sos Dios, yo soy Dios”- oh!, que terrible responsabilidad, debía hacerme cargo!

Pasaron varios días antes de que me encontrara nuevamente con Don Pedro, absorbido por las diarias ocupaciones ya casi había olvidado el entusiasmo que me habían provocado sus relatos, es más, llegué a pensar que el viejo me había estado charlando, que se había divertido a costillas mías, abusando de mi fácil credulidad. En esto me encontraba pensando mientras caminaba hacia el taller donde desarrollaba mis diarias actividades cuando lo vi aparecer a la vuelta de la esquina de la plaza, venía concentrado o perdido, no sé, deduzco esto porque no me reconoció hasta que lo saludé con un "buen día Don Pedro, qué anda haciendo?". Ahí nomás me invitó a que nos sentáramos un rato a charlar para así tener una excusa para descasar un poco sus piernas. Sin más vueltas empezó a contar sus historias: El otro día le contaba de Dios, y llegamos a la parte en que él me reveló su gran secreto; ¿se acuerda?, después de la crisis y la confusión, la revelación había sido que él era Dios, pero que yo también era Dios, y que todo era Dios. Ahora bien, estas no son solo unas cuantas palabras ingeniosas. Era la verdad, y como bien puede usted suponer ahora, eso vale también para usted; si, aunque parezca raro, pero si se mira bien el asunto, que puede ser más lógico y sencillo?, y qué puede ser más fácil de entender que esto?.

Las matemáticas, argumenté yo.

Si tiene razón, más fácil son las matemáticas, hay un orden y un método para aprender.

Hablábamos un día, y el tema de la conversación giraba en torno a esto: "Algunos dicen: - Yo soy Dios -, - todos son Dios -, han caído en un engaño, quizás algún día, y si las cosas salen bien podamos ser dioses. Bueno... ¿y? ¿En qué quedamos?, palabras, esas cosas de las cuales esperamos extraer algo cierto, ¡qué ilusión! Pero qué difícil de entender qué ellas no son nada. La verdad en boca de uno es una cosa, no es un montón de palabras, y después alguien dice lo mismo, y resulta una mentira, un engaño.

"Todos están perdidos" dijo "no se salva nadie." En sus palabras había un dejo de amargura, y no precisamente por el amargo que estabamos compartiendo. Cuanto más nos abría su corazón, más claro resultaba que eso era cierto, y el mensaje era personal, era para mi, y para los amigos que conmigo compartían esa aventura. Y así, desde el centro del pecho, con certeza clara, surgió en mi, y se lo dije así, a boca de jarro, - entonces nosotros también estamos fritos-"Y si, ... es así" sin rodeos y franca respuesta.

"Ustedes son jóvenes, todavía tienen los ojos claros, tienen el ímpetu de la juventud, pero si no aprovechan ahora, después es mas difícil, después los atrapa la vida y el merengue, y chau..."

"Acá, en este lugar, es el dominio del que te dije," (no era amigo de mencionar el nombre del que pierde al hombre), "en este terreno se están debatiendo el bien y el mal, y hasta ahora el otro es el que se lleva las de ganar. Su propósito es destruir todo. Son genios, y la fuerzas del bien también son genios."

"El mal es ciego, si estás libre por dentro tampoco te pueden agarrar por fuera. A medida que piensa el hombre, y se va preguntando las cosas, modifica su concepto de la divinidad. El problema pronto deja de ser si tal o cual corriente religiosa está más cerca o más lejos de la verdad, o si tal o cual cosa es el anticristo, o si Jesús fue o no el hijo de Dios, la cosa empieza a ser un poco más seria y uno empieza a estar involucrado en la vida como actor, ya no solo como espectador, las definiciones dejan de ser importantes, de pronto la definición y el concepto son propiedades del lenguaje, y la verdad no puede ser expresada en estos términos. El pensar es rey dentro de su territorio, pero también es esclavo, como la luna lo es de la tierra y la tierra lo es del sol, solo puede girar en torno a su centro."

Dentro del terreno del pensar y las palabras una palabra en especial usaba muy a menudo, "alma" parece que de todas las cosas era lo que más le preocupaba, "edificar el alma - salvar el alma" y unas cuantas otras formas para la misma palabra, y cada vez que se hablaba del alma a mi se me complicaba más la cosa; creo que yo esperaba encontrar alguna cosa que pudiera ser identificada como el alma, quizás situarla en algún lado, o no se que, atrapar el asunto de alguna manera; pero cada vez era mayor mi perplejidad, porque siempre apuntaba Dios más allá de mi alcance, y yo no podía con eso. Harto un día le pregunté (con un poco de desesperación) - Pero dígame, ¿qué es el alma? -, hubo una pausa en la que sus ojos se fijaron en los míos, creo que estaba mirado el interior de mi cráneo porque me traspasaba, ... "el que me entiende lo que te estoy diciendo, ese es..." ; ¡tragáte esa mandarina! ¡Ahí estaba el paralítico que caminó y el muerto resucitado! Si, Dios es un hombre común, es usted y yo, y así lo demuestra quién puede considerar de igual modo al doctor, el ingeniero o al niño y el pordiosero. Cuando estos títulos ya no surgen dentro de la mente del que observa, entonces él es Dios, y sino no es nada.

El saber, o más bien el conocimiento, si es que hay alguna diferencia, no pesa mucho a la hora de encontrarse con la divinidad. Le cuento que esta persona a la cual he estado haciendo referencia solía pasar mucho tiempo jugando sin cansancio con los niños, hijos de la dueña de casa donde nos conocimos, y alguna vez, después de haber estado divirtiendo y divirtiéndose con ellos dijo: "los chicos conocen esta realidad, viven en esta presencia, aunque no son conscientes de ello". Esta realidad de la que hablaba, o esta presencia, era ni más ni menos que la divinidad, o quizás sea mejor decir, 'la presencia de la divinidad en esta vida'. Vida y divinidad son en realidad sinónimos; pero como la palabra vida ha pasado a significar hoy el cúmulo de asuntos humanos, o sea el total de las cosas que genera el hombre, hoy en día vida y divinidad parecen antónimos en vez de sinónimos, porque el estar inmerso en la ilusión que genera el pensamiento es propiamente dicho la muerte, si, esa es la condena que se "impuso" sobre Adán y Eva, esas tan discutidas figuras de la mitología teológica. Parece que ellos empezaron a generar el pensamiento, la prueba estaría en que ellos nombraron a todas las cosas, y ese fue el principio del fin para su paraíso, con el pensar pudieron recordar y proyectar y así dieron comienzo al tiempo y apareció la posibilidad de individualizarse, y según la propuesta que les hizo el que te dije, llegar a ser semejantes a Dios..., y esto habría de ser el principio de su condena ... llegar a ser algo...

A esta altura de los relatos de Don Pedro, yo no estaba seguro ya de si sus palabras eran citas de lo expresado por este Dios suyo o si eran suyas propias, pero al mismo tiempo tampoco me importaba ya demasiado, ni me importaba si me estaba 'charlando', si estaba loco o no, había revuelto mis conceptos acerca de un montón de cosas y poco importaba ya cual fuera la verdad sobre Don Pedro.

En ellos y también en nosotros mismos ha ocurrido y ocurre ese fenómeno. Y no parece pero en el proceso algo debe haber fallado, el pecado original es cometido por nosotros mismos día a día, momento a momento, comemos del árbol del conocimiento en cada segundo de nuestra vida, ese árbol que Dios había prohibido a sus hijos. Se me ocurre ahora que no se pudo evitar que fuera así. En la tierna infancia parece representarse el mito del paraíso, el niño es como Adán, en él, el cerebro aún en desarrollo, es incapaz de albergar aún las mezquindades humanas, esa nube a él aún no lo toca, por lo menos por un tiempo. Él está ocupado aprendiendo a moverse, todo es nuevo, no conoce nada, debe aprender a nombrar las cosas, depende de mamá y papá, especialmente de mamá, y esto si lo entiende muy pronto, ellos son Dios a sus ojos, no hay ninguna diferencia, no importa lo buenos o no tanto que sean sus padres, para él son el mismo creador, y la vida es un continuo descubrimiento. Hay algo sorprendente en los pequeños, se ha fijado la seriedad con que consideran todo? Ellos no están jugando, eso viene después, son tremendamente serios, y en su mirada se trasluce la profundidad de la fuente y el sostén de su vida. En esa primera etapa el hombre no ha acabado aún de nacer, está en una especie de transición entre dos mundos, la decisión de vivir estuvo dentro de su propia alma, en sus sueños vuelve al origen, en la vigilia comienza a ocupar poco a poco un espacio propio que va creciendo, y así se va compenetrando de todo a su alrededor, y a medida que crece la conciencia humana va tomando su lugar en él, subrepticiamente, sin que nadie lo sepa, el hombre reclama sus derechos sobre ese cuerpito. Esto se parece a la expulsión del paraíso. Finalmente la amnesia; se ha olvidado la auténtica identidad, por algunos años sin embargo se conserva la frescura y la casi inocencia pero en la inconsciencia, y es solo luego en una fase posterior, cuando el pensamiento se ha hecho autónomo, que el ex-niño llega a ser un hombre cabal, si es que cabe tal expresión, un hombre del siglo XX.

Hay una etapa en la niñez en la cual se llora sin un motivo que pueda ser precisado, ¿tiene hijos usted?

Si, tres, repliqué.

Fíjese bien, présteles atención, cuando pase eso usted se va a dar cuenta, lloran a cierta edad de un modo diferente, no es por hambre, ni por un golpe, fíjese bien; es el reconocimiento de haber perdido el contacto, no se sabe como pasó, se sabe que fue un proceso lento, y que este proceso ha terminado, aunque no se tienen las palabras ni los parámetros de comparación como para poder explicarlo. El mecanismo del dolor ha sido puesto en marcha, y de ahí en más, quién sabe de que depende el devenir, y quién sabe de que depende que esta personita pueda resolver semejante asunto, de esto en la escuela no se habla, yo diría que en la casa tampoco, no hay como hablarlo, no hay parámetros, no hay antecedentes...fíjese que esa es la raíz de la melancolía, con el correr de los años ese viejo dolor se viste con diferentes trajes, las razones para sufrir cambian, aparece la diversidad, y así también son diversas las formas de no sufrirlo, de darle la espalda y olvidarlo, buscar alguna otra cosa que hacer, hallar efectivos medios de escape.

Quizás lo que pase eventualmente en la vida de un hombre, en su devenir, dependa en el fondo de que se cruce Dios en su camino, y éste pueda reconocerlo. Él se cruza con todos en algún momento, bueno al menos eso creo; todos gozan de su estima por igual y por eso el sol brilla sobre todos.

Un día nos hizo notar como el pasto que se encontraba junto a la pequeña tapia que separaba el patio del jardín sufría la falta de iluminación solar a causa de esta misma tapia. Si, es raro que alguien se fije en tan ínfimos detalles, pero él era así, no se le escapaba nada. Habrá que ver qué clase de tapias hay en la cercanía de cada persona, habrá que ver que clase de sombras se están proyectando sobre uno, que puedan impedir que lo veamos cuando con él nos crucemos... y esto de la tapia y el pasto me hace pensar también que la mas leve de las obras no queda sin consecuencias, no le parece?

Quizás no nos demos cuenta, pero según Dios, el se manifiesta cada vez que encuentra una oportunidad, como anda en todos lados, y como ve todo lo que pasa, siempre está atento a la posibilidad de introducir su inspiración a través de alguna persona, un animal, una circunstancia o lo que sea, cualquier cosa le viene bien.

Me parece que uno de sus medios preferidos para inspirar al hombre es el cielo, el firmamento, o más bien, la porción de él que podemos ver, no por nada en las religiones la promesa divina está representada con el cielo; si hasta el intelecto puede ser subyugado con la paradoja de lo sin fin, ¡¿cómo no se va a conmover el corazón humano?!

Nada de lo que se haga queda sin consecuencia, ni nadie queda libre de la consecuencia de sus actos, sea como sea, si respiramos, el aire se mueve, si comemos, algo debe morir, actuamos bien o actuamos mal en función de las consecuencias de nuestros actos y no según alguna regla preestablecida, aunque dijo Dios que la pseudo regla que describió Jesús era bastante apropiada mientras el hombre no estuviese libre de reacciones personales, esa que dice que hagas a tu prójimo como quisieras que hagan contigo. Bueno y por esto de la consecuencia de los actos, los actos de Dios para con nosotros lógicamente tampoco quedan sin consecuencia, ya sea que nos demos cuenta o no de que él ha actuado.

Dice Dios que si pudiera le hablaría al hombre directamente, pero que el hombre no está en condiciones de escucharlo, falta la conexión, el aparato humano está demasiado deteriorado; dice que para poder comenzar a presentir su voz es necesario callarse un poco, y escuchar en silencio sin esperar nada.

Dígame, ¿qué hace de una piedra una piedra?

Que se yo!, la dureza, el mineral...

Además de eso, es imperturbable, y un pájaro ¿qué prefiere antes que una jaula?

La muerte...

Su libertad es más esencial que su existencia; y para una tortuga cual es el apuro?...

además de no tener apuro tampoco está preocupada en ser linda, salvo "Manuelita", claro...

Exactamente, bueno, de estas cosas no encontrábamos charlando, reunidos bajo el parral del patio de atrás de la casa de Dios, en grata reunión de amigos un mediodía de domingo, cuando de la nada surgió de pronto un Tata Dios, ¿conoce el bichito?, esos que se parecen a una hoja de hierba...

Si

Se posó sobre él y desde ahí miraba la reunión, parecía decir "hola, aquí estoy", y en su impresionante fragilidad no tenía miedo. Así son un poco las condiciones que necesita el hombre para empezar a acercarse a Dios, para afinar su instrumento. Volviendo a la reunión con la participación de 'Tata Dios', este sencillo evento es uno entre muchos de los modos en que el de arriba hace saber al hombre su conformidad con lo que se está haciendo, las señales son comunes, simples, están ahí, la percepción del momento revela la señal y también el significado, no hace falta ser brujo para interpretar estas cosas.

El era un hombre común, si, como usted y yo, y a la vez era Dios. El decía de si mismo que era débil y pecador, yo prefiero pensar que el era sublime y grande, y aunque tenía un nombre yo prefiero llamarlo Dios porque se ajusta más a la realidad, ...

Don Pedro se quedó pensando un momento, como si no encontrara las palabras para continuar, su mirada se hundía en un abismo y luego era lanzada hacia afuera con más fuerza que antes, a la vez que decía:

Hablar de Dios es tan fácil, es cuestión de empezar a usar la palabra, pero creo que no hacemos más que macanear, solo expresamos nuestro deseo acerca de Dios, hablamos de lo que queremos que él sea, proyectamos un Dios a nuestra semejanza, uno que sea tolerante para con nuestras faltas, que permita nuestros caprichos, que no nos exija nada... La vida es insondable, no puede ser abarcada por nuestra humanidad, lo que conocemos nos es familiar, si limitamos la vida a eso, dominamos todo el asunto (eso creemos), eso le da al hombre seguridad en su accionar, certeza para decidir, autoridad y buena imagen... como si supiera... si yo invento un Dios a mi altura, obviamente ese no puede ser Dios, por más que yo quiera, por más que yo crea saber...

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